Mencionar el nombre de Jean Carlos Aguilar en la subestación de la Policía Nacional de Santa Marta, en la 11ª Zona Policial de San Miguelito, o en la lejana comunidad de Los Uveros de Capira, a unos 200 kilómetros de distancia, es evocar los valores de entrega, responsabilidad, coraje, carisma y una voluntad inquebrantable por superarse. A sus tan solo 22 años, recién cumplidos en febrero, y con una estatura de 1.68 metros, Jean Carlos ingresó a las filas de la Policía Nacional un primero de marzo del 2023. Hoy, como parte del Grupo de Acción Rápida (GAR), lidera patrullajes en las áreas más peligrosas y hostiles del distrito popular de San Miguelito, en donde enfrenta el peligro con la determinación de quien entiende su propósito. Sin embargo, su camino hacia este comando especial no fue sencillo. Antes de formar parte del GAR, Jean Carlos demostró ser un agente excepcional en subestaciones de San Francisco, Arraiján, Don Bosco, Rufina Alfaro, la Policía Canalera, Colón, Pacora, Bocas del Toro e incluso en el entorno desafiante de la cárcel La Joya. El sacrificio de una madre y el sueño de un hijo En el año 2022, Jean Carlos compartió con su madre, Sonia Martínez, su deseo de inscribirse en la Academia de la Policía Nacional. La propuesta tomó por sorpresa a Sonia, pero, tras reflexionarlo, decidió apoyar a su hijo. A pesar de las limitaciones económicas, esta ayudante general de una humilde escuela en Los Uveros destinó con esmero 20 dólares a los pasajes necesarios para un viaje de ida y vuelta a La Chorrera. Allí, tras un largo trayecto en la icónica chiva pollera, madre e hijo iniciaron juntos el proceso que cambiaría sus vidas. Pocos meses después, en el segundo trimestre del año, Jean Carlos ingresaba al Instituto Superior Policial Presidente Belisario Porras (Ispol). Nueve meses más tarde, culminaba su formación como cadete, llevó consigo el orgullo de su comunidad y el sacrificio de su madre como emblema. Un camino de desafíos y recompensas Para cualquier otro, el viaje de ida y vuelta entre Los Uveros de Capira y San Miguelito podría parecer una epopeya interminable; para Jean Carlos, sin embargo, es una travesía cargada de significado. Su casa de madera y techo de zinc representa tanto su punto de partida como su refugio emocional, donde le esperan su madre, su novia y sus seres queridos. En verano, el recorrido hasta la subestación de Santa Marta le toma al menos cuatro horas. Entre el vaivén de la chiva pollera, el tránsito urbano de La Chorrera y las conexiones en Albrook y San Isidro, el joven agente sortea obstáculos diarios con la energía de quien sabe que cada paso es parte de su superación. En invierno, la odisea se intensifica. Los caminos fangosos y las quebradas desbordadas lo obligan a caminar hasta una hora antes de llegar al punto donde la chiva pollera puede transitar. Pero ni las lluvias ni las penurias logran apagar su determinación.